jueves, 28 de agosto de 2014

A media luz.

I

Si ser dueña de mí te va ligando
a ser jefa de todo lo indecente,
que circula de pronto por mi mente
al sentirte por dentro murmurando;

es que debo contarte el cómo y cuándo
me estremezco cual burdo adolescente,
evocando tu parte más caliente
y por ella en silencio delirando

Y te evoco en la fila de los días,
en las hiedras del muro, en los rincones
que son fiesta de luz cuando te evoco. 

Para entonces ya son epifanías,
las perpetuas y densas sensaciones
que en tu curva sin par de pronto toco. 

II

Amarte justo así, cuando amanece
y el alba es jilguero sin acento,
cuando parece amor, que todo el viento
en tu garganta misma se adormece. 

Y entonces presentir que se estremece
cada célula nuestra en el aliento,
cada sillón y cada firmamento
donde tu imagen misma resplandece. 

Y es combatir contigo mano a mano,
es terminar en ti todo lo arcano
desde tu hueso mismo a tu cadera. 

Porque con soplo extenso de cantera,
has taladrado el pálpito lejano
volviéndote la luz, la compañera. 

III

¿Que cómo puedo amarte sino ha sido
una espiral de cosas este canto?
¿Que cómo presentirte tanto y tanto
desde un amor, tal vez, inadvertido?

Es cosa de un espasmo adolorido
de aquel espíritu fugaz que en llanto,
no rompió ni su barro ni su encanto
para abrazarte en tálamo rendido. 

Porque te espero Amor, al medio día
y por la tarde misma y madrugada
y en la televisión y en el tranvía. 

Porque es un hambre entera la mirada,
porque es por ti un tizón la mano fría
y tú la sin razón, la luz amada. 

Alberto Madariaga
(2014)
a Nadia