viernes, 23 de diciembre de 2011

Sumario

Es que te miro ahí, todavía,
con lluvia corriendo como pájaros salvajes
en el sol de tus mejillas.
Te escucho callar a fuerzas,
con el fatal desprendimiento de la palma y de las manos.
Digo que ya es tarde.
Quizá todavía creo en el devenir perpetuo
de una garza de mil estruendos,
quizá pienso que un remolino feaciente
puede tornar los nortes desolados
en una fiesta de caracolas áridas,
que guardan los últimos ecos del océano.
Aún te miro ahí, con los ojos vestidos por gritos,
de no sé cuántas voces,
mojadas,
indetenibles y pálidas,
con la garganta rota y diáfana
vuelta en los cristales del espejo.
Y me miro correr,
y me miro en el "pudiera"
que no fue,
que no será sino sombra muda
y adentro, más adentro una gárgola indecible
cubierta por las hiedras del recuerdo.
¿No crees?
Yo tampoco.
Pongamos pues que nada he dicho,
que nada se me escapó del fauno de los sueños,
donde el regreso es llama,
que no se apaga pues,
mas no relumbra.

Alberto Madariaga
(2011)
a Mi Madre

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La semana sin ti

Nada se me acostumbra en este piélago de sueños,
nada que no retorne,
con tu olor sujetado a mis palabras.
Todo se prolonga indeteniblemente,
en una febril cascada de intenciones locas,
desesperadas,
vestidas por la niebla de tu imagen,
que no me llega sino en un eco herrante.
No se me acostumbra la almohada,
que tan sencillamente está dormida,
la cual, con impasible arrojo,
se olvida del hueco que me dejas,
que le dejas a las cosas que te miran
desde triángulos de cera y de jacinto,
para nombrarte en íntimos dinteles.
¿Acaso es culpa tuya?
No lo creo.
Tiene tu cuerpo a bien dejarme huellas,
por donde pasa tu perfume,
que se me queda en las bufandas de luz de la mañana,
tienes a bien martillar cada suspiro
con las hojas de plata de tu nombre,
tienes a bien mujer,
meterme riendas,
con tus ojos en celo,
con tus labios al alba.
Pero he de preguntarme por lo tanto,
cómo argumentar los días más oscuros,
estos,
inmóviles ante mis manos,
líquidos en mis oídos,
y esta inconforme ansiedad de que me encienda el día,
con la noticia de tus rojos besos,
con la cierta transparencia de los loros vivaces que llevas en el rostro,
con esta lluvia de soles,
que puedan marcar el fin de tu distancia
y el nacimiento de mi voz.

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia

martes, 20 de diciembre de 2011

El Secreto

A medida que cuaja mi locura,
en la nieve callada del lucero,
surge parco concierto que no espero
y tunante campana de cordura.

Repentino tifón sin partitura,
llueve luces y flores en mi estero,
a la vez que se gesta ya severo,
este sobrio temor sin atadura.

Algo escondes mujer, en la guirnalda
que mis ojos no ven. Tal vez han sido
un misterio esmaltado en una roca,

mas presiento un rumor, que, sin sentido,
abre puerta escarlata por mi boca
y en mi sien deposita una esmeralda.

Alberto
Madariaga
(2011)

a Nadia

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Recuerdo...

Ya no me acuerdo tanto
de como comenzara nuestra historia
y siento en la memoria
un singular color en brasa viva.
¿Acaso fue tu encanto?
¿Tu forma imperativa?
No lo recuerdo amor, pero es tan cierto,
que voy por las aceras pronunciando,
el eco ultramarino de tu puerto,
el "cómo" "dónde" y "cuándo"
que nace en el instante de acordarme
que mueres por mirarme
y yo por estrecharte entre mis brazos.
Ya fuese que encontrarme,
hiciera en ti los lazos,
ya fuese que saber de tu existencia
hiciera en mí la llama y la vehemencia,
lo cierto es que nació por los arrojos,
un beso que se inserta en tu dulzura
y un grito que penetra hasta mis ojos.
Ya no recuerdo tanto,
si fue porque llovía,
no logro descifrar amada mía,
si el brillo de amaranto,
me dio como empujones para verte...
Lo cierto corazón es que te sigo,
lo cierto corazón es que en tu abrigo
mi fe se rinde entera
y busco en tu perfume noche y trigo
y en tu candor la hoguera
y ya en tus manos flores y deilicias.
Ya no recuerdo el alba en la ribera,
y sin intento nuevo
de que el recuerdo esboce por mi frente,
tan sólo te diré, que desde entonces,
no hay fuerza que me rinda en un torrente
ni fuego que me queme sin simiente,
como este instante mismo,
en que me asalta el vivo cataclismo,
de repetir el tramo,
que con los pies recorro vida mía,
para poner -en delicada umbría-
el fuego en que te busco y que te amo.

                        Alberto Madariaga
                                (2011)
                              a Nadia
                                de "Luz de Trementina"

viernes, 9 de diciembre de 2011

La Cita.

Cuando te veo correr entre mil rostros,
luna que siento cerca de mis noches,
cuando es el nervio un sol congestionado
de ganas en brasa viva,
cuando no llegas,
cuando simplemente el puente extiende por leguas de cielo
las multiples aceras que nos separan,
es cuando me nace un fugaz calor en los tímpanos,
es cuando una lluvia amenza mis pupilas
con la promesa firme de llevarse todo.
Siempre te espero al alba.
Al pie de las grullas del otoño,
donde es tu falta un espacio que no grita,
una candente nota que se extiende
desde el rincón que mi latir ubica,
hasta lo mismo y puro,
hasta todo lo más próximo y sereno
que el corazón no sabe.
Al pie de las grullas Amor,
de las grullas solas.
Son en el instante barcas de sueño
y el sueño es un huracán ensordecido de besos
y son los besos bombas de tiempo
y el tiempo, no suspira ni existe en el instante.
Y ahí,
donde mi voz te espera,
ahí,
se difumina un chorro de arena,
que no te ve llegar.
Vuelvo a verte correr sobre las horas,
a buscar tu facción entre mil rostros
y ahí, por las grullas del aire,
por los aires del cuerpo que te toca,
yo toco la voz del sueño,
con una alondra en la mano
y un ramo de desconcierto entre la otra.

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia

Respuesta.

Llegas a mí desde el último tren de días interminables,
donde el mundo del verbo anunciado,
no se oculta,
donde no se duerme la sal del silencio,
ni la voz del llanto
y el mudo correr de la risa,
son indelebles y arcanas.
He aquí la tormenta vuelta brisa,
he aquí que las malvas se hacen truenos.
Páramo alegre de noche,
flora inmensa en la tarde
y temblor de volcanes al día.
No se me olvida tu voz,
tu llamado de fuego,
esa impaciente búsqueda tuya
que se anidó en tu garganta
para incendiar su interior con mi nombre
y por tu dermis,
clavar mi presencia.
No,
no te me olvidas, no.
No es que yo quiero evocarte sin tregua,
no es que yo quiera buscar por el viento
las veinte formas distintas del ruido,
de tu ruido,
que me dejas en las narinas
y del olor a tunas que observan
que me grabas sobre los dedos.
No es que yo quiera evocarte;
es que te evoco.
Es que responden mis manos,
es que no saben quedarse calladas,
cuando es tu verbo un flecha en el sueño
cuando es tu sueño una espada en lo vivo,
cuando eres una promesa,
un nido y un nardo,
una poma y un verso,
cuando eres sin más dulce vida,
todo mi mundo desnudo de sombras
y ese misterio alumbrado de soles;
cuando eres sin más,
lo que amo.

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia

sábado, 3 de diciembre de 2011

Reloj de Arena

Se muerden las nubes sin tregua,
en una adelfa oscura,
de incontables caídas desde la cumbre.
Allí, se detuvo el tiempo en una astilla,
en un aullido de estrellas sin forma,
sin ojos, sin nombre.
Allí nos quedamos los dos,
completamente distantes del tiempo de la palabra,
del segundo sagaz de la espera,
de la nota fluctuante
y del rincón del ocaso.
Hoy sólo son céntimas agrias,
las que nos restan en esta masedumbre hueca,
donde el cristal cada vez más cambiante,
no recuerda la voz del principio,
donde nada,
donde todo se tiñe de niebla
y se queda sin gritos la sangre.

                     Alberto Madariaga
                         (2011)
                        a mi Madre

viernes, 2 de diciembre de 2011

Canción de amor

¿Cómo adivino tu fe vida mía?
Sólo contemplo la luna en tus ojos,
que me denuncia los claros antojos,
cuando mi sombra te asalta en la umbría.

Es tan sencilla saber tu agonía,
sin que te postres en blandos hinojos,
porque tus labios palpitan sonrojos,
si de mis besos presienten porfía.

Se te desnudan sin tregua las manos,
imaginando deslices arcanos,
que de mis dedos extiendan placeres.

Ya no persisten futuros ni ayeres,
sólo presentes vibrantes y ufanos,
cuado confiesa tu voz que me quieres.

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia.