viernes, 28 de octubre de 2011

Serenidad.

Lentamente me iré mimetizando,
en costumbre sin par a lo indolente
y quizá con la risa se alimente,
el sereno clamor con tono blando.

Esperanza del "cómo", "dónde" y "cuándo",
seguirá relumbrando en lo inclemente,
aunque pueda la fuerza de lo ausente,
pertrechar su ansiedad, pero callando.

Es por eso que acaso en la alborada,
un letargo será la tez anclada,
para darme la calma, luego el juicio.

Se prolongan la forma y beneficio,
en el fuego sagaz de la mirada,
que se añeja en suspiros de artificio.

Alberto
        Madariaga
(2011)






domingo, 23 de octubre de 2011

Totalidad.

Yo soy desde estas barrancas de horas,
un oleaje de tus huellas,
de tus últimos suspiros yertos
que llegan en los espasmos del ambiente.
Desde tus ojos ansiosos,
desde el olivo color de los luceros,
hasta esta fosa inerte de mis quietos hombros,
aquí,
aquí yo soy una extensión de tu silencio ansioso.
Todo lo promete la larga espera,
ese naranjo de luciernagas anchas y ambarinas,
que me llegan en las tardes solas,
que trepan a mis ojos,
que se me cuelan mansamente en el crespón del alma
y luego se van escondiendo en la esperanza alegre.
Sí, aquí,
justamente en este lado del charco,
que es tan corto y tan extenso,
tan sublime y tan amargo,
tanto delirio hambriento,
que aquí, 
yo me convierto,
en el amor,
en el delirio
y en la sombra de todo. 

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia

sábado, 22 de octubre de 2011

Lied.

No quiero profanar el desencanto,
por sólo agujerar mi ley severa.
¿Quién puede en mi letargo ser quimera
de fuego y permanente en el quebranto?

Aguardan mis delirios, amaranto,
vertiéndose en mi sola enredadera.
Temo a la fauce hueca del que espera,
el trueno sin delirio y sin espanto.

Voy a los faros del dolor ausente,
de aquel que se anuncia, pero ardiente,
expone su trinar en la morada.

No quiero profanar el paso lerdo,
no quiero que despegue la mirada,
su rumbo hacia la nube del recuerdo.

Alberto Madariaga
(2011)

En el acaso...

Me palpita en el pulso todavía,
un nocturno dolor inacabado,
que se adentra con lujo y sosegado,
hasta el túetano mudo y sin sangría.

Rompe abismos de sal cuando confía,
mi silencio a su númen el cuidado.
¡Ay del timbre vibrante y perfumado
que me mina sin ser epifanía!

Pero pueden pasar los nubarrones
de las aguas de Leteo en mi perchero,
destiñendo corazas y portones.

Cuando grite de ardor el ventisquero,
¿Qué vestigio de luz en mis pendones,
besará con su flama mi sendero?

Alberto Madariaga
(2011)

Línea y caudal.

Alguna vez te alcanzará el sonido
de mi apagado nombre, y nuevamente
algo en tu ser me sentirá presente:
más no tu corazón; sólo tu oído.
(Rubén Bonifaz Nuño)

¿Qué parte de la faz de la balanza,
otorga la sustancia de mi peso?
Reniego, no del bache ni el proceso,
ni acaso de la voz de la esperanza.

Mas todo cuanto anhelo, nunca alcanza
a ser en el caudal encuentro ileso;
 soy góndola sin rumbo, brizna y yeso,
que no se pliega al delta de añoranza.

Y dudo de la duda, pues dudando
no sirve el corazón que no razona,
ni el eco del amor que está quemando

las sienes, las ventanas, cuanto existe.
Quizá la desazón no me perdona,
si el eco de lo ausente me desviste.

Alberto Madariaga
(2011)

martes, 18 de octubre de 2011

Alquimia.

"Un beso así, no quiere decir nada,
es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada"
(Rafael de León)

Se vislumbra la sombra en la cornisa,
todo un norte quizá, desmejorado,
que retiene su viento desbandado,
antes fibra de sol y tenue brisa.

No se tuerce el encanto en la sonrisa,
aunque merma su acento sujetado
en escarcha de lúdico enrejado,
tras desvelo de amor cuando se plisa.

Se arrancó de mi fuero una paloma,
perseguida en los flancos, por azores
germinados de cláusulas de duda.

Es la magia del beso clara poma,
arraigada con luz en mis amores,
aunque el trueno del miedo le desnuda.

(2011)
a Nadia.



 

Encrucijada.

Desciende nuestro amor por cordillera,
plegada en un glacial apenas fuerte.
Empero, se vislumbra rara suerte,
de nieve sollozada y hechicera.

Persiste del amor vivaz lumbrera,
al tiempo que un desvelo se convierte,
en faro de frialdad, de altiva muerte,
que cuela su brillar en mi galera.

Confieso, tengo miedo de mi mano.
Un miedo inconmovible y soberano,
ajeno a reflexión en retirada.

Ansiosa todavía la mirada,
no baja su falange ante lo arcano,
mas puede ser lo arcano, flecha anclada. 

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia

jueves, 13 de octubre de 2011

A veces...

A veces no te entiendo...
Hiciste la impetuosa maravilla,
de estar clavada en mí como una astilla
en medio de mis huesos y sentidos.
Conmueves la mejilla,
agitas los latidos,
al puro acontecer de tu mirada
y sin embargo, luego,
parece ser amor que en desbandada,
otorgas a lo nuestro pena anclada,
que es ancla sin delirio y sin sosiego.
A veces me sorprendes,
me asaltas por la noche,
con ambición forjada y cristalina
y en otras, un reproche,
se clava en mi interior como una espina,
que no se safará tan fácilmente
y de mi voz lejana,
escapa en la ventana,
una paloma viva y refulgente,
que intenta pervivir en tus enojos.
A veces no comprendo.
Taladras en mis ojos
y pones tu semilla entre mis huesos,
y hierves con arrojos
y nacen nuevos besos
y desplegadas ansias a tu lado,
las cuales no he negado
y nunca negaré, pues su semblanza
alberga bajo el pecho viva y roja,
la luz de mi suspiro y mi esperanza.
Y sin embargo mira,
que luego se te antoja,
poner un jaque eterno a los amores
y son como los lobos en la estepa,
las dudas, los rumores,
las cosas que te callas y no dices,
y que se vuelven flores,
de inciertas e incontables directrices.
A veces no te entiendo...
O puede ser que aprendo,
más lento del común que me precede.
Tan sólo te diré, que logras todo,
con insaciable fuerza desbocada.
No hay pena que por ti, no esté sangrada,
ni gozo que por ti no se presuma.
Naciste de la espuma,
eclipsas la alborada
y ya que de mi alma enamorada,
tu númen se hace fuerte y se acrecenta,
entierra más en mí tu dentellada
y déjame que sienta,
que nunca he de entender con mi reclamo,
el fuego donde vivo y más te amo.

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia

viernes, 7 de octubre de 2011

Tu beso.

En tus labios fulgura un beso mío,
que sin darte, con fuego está clavado,
derramando su indómito cuidado,
con pasión sin igual y loco brío.

Tiembla ardiente ese roce y prueba frío,
a la par que galopa desbocado,
en tu seno su aliento inesperado,
con la fuerza glacial que lleva el río.

Una gema que explota y que se vierte,
en romboide de luz sobre la roca,
como magma telúrico que advierte,

el ardiente estallido que sofoca,
pues quisiera mi beso ver su muerte,
en el tacto escarlata de tu boca.

Alberto Madariaga
(2011)
a Nadia.

Hiéreme más amor...

Lejos estás de mí, pero tan dentro
te llevo que jamás podré perderte.
Y tan presente estás en mí que encuentro
imposible mirar algo sin verte.
(Francisco Álvarez)

Hiéreme más amor, no sientas pena.
Que mi pena te nutra y, nuevamente
sangre mi voz un eco intermitente,
que vierta sus impulsos en tu arena. 

No temas a clavar la zarpa plena, 
no temas al quejido displicente;
el corazón te sabe intransigente
y corre a tu latir de luna llena.

Hiéreme más amor, no des clemencia,
quiere mi piel saber de tu mordida
y mi tesón probar tu fiel sentencia.

El gozo me has brindado con la herida...
¿Qué puedo ya pedir sin penitencia,
que alargues tu dominio por mi vida?

Alberto Madariaga 
(2011)
a Nadia 

lunes, 3 de octubre de 2011

Nadia

¿Qué no te han dicho mis labios
que no se calle mi alma?
¡Acaso todo,
completamente todo y sin embargo,
no alcanza el alma mía,
a sufragar su grito
en tu entraña más lejana!
¡Qué no quisieran mis manos,
junto al desvelo de las tuyas!
Naufragio pleno,
hambre de amaneceres hondos
que no se acallan, 
grito de silenciosos ventanales
que en miles de pasos,
nos apartan brevemente.
¡Qué cosas en mi cuerpo
inesperadamente no te nombran!
Desde el glacial hasta la tea,
desde la entraña hasta la copa,
es un diván abierto
este palmo de carne que te llama,
que te persigue a solas
y en el bullicio también te guarda,
con ímpetu que llega,
que tambalea las últimas fronteras 
del corazón que arrasas.
¡Cuánto! ¡Cuánto mi tarde loca
no se desgrana por contarte!
¡Cuánto olor de avellanas,
no destilan mis últimos suspiros
sobre la jungla de tu pelo!
Como el agua misma
te escucho gotear de lejos
y como el fuego hiriente
te siente nacer mi dermis en su impulso.
¡Qué no te dieran todos mis desvelos,
en un anochecer que leva el ancla
y en un amanecer que no termina!

Alberto Madariaga
(2011)