miércoles, 22 de febrero de 2012

Carta muda.

No me cuaja saberte en ese estado,
que aunque no desmenuzo todavía,
pone pues en mi lira tuerca fría,
a manera de velo dibujado.

¿Es que acaso la risa se ha marchado?
No lo digo de burla... Desconfía
mi tesón de indolencia en esta umbría,
si el asunto se centra en tu enrejado.

Como cuesta saberte no corriendo
aunque puede costar incluso doble,
contemplarte sin alas y escurriendo

la impotencia en tu pómulo baldío.
Ya no sé qué pensar... Tú fuiste un roble
y no mirarte así, me causa frío.

Alberto Madariaga
(2012)
a mi Padre
He querido mirarme en el espejo,
a modo de encontrar alguna arruga.
Descubro que padezco de la oruga,
el joven despertar y sin bosquejo.

El otro que se duerme en mi reflejo,
de sangre consumado como puga,
emprende de mi estancia clara fuga,
mas no de mis recuerdos su gracejo.

Y vaya que lo miro a contramuro,
con esa mueca estéril de esperanza
y un dejo socarrón en su conjuro.

Es ese que tejió con lontananza,
un raro amanecer, pues era oscuro
y hoy torna más nublada su añoranza.

II

Te miro pues nacer en una gota,
de mi garganta seca de espejismo.
Pudiera ser que el tiempo en su atavismo,
dejara nuestra línea más que rota.

Y sin embargo pienso, no se agota
este sentir de sol y cataclismo;
como que somos sangre de uno mismo
y vena conectada que no explota.

No voy a renegar -aunque quisiera-
ni pienso blasfemar -pues no es el caso-
a todo este castillo de distancia.

Mejor miremos lenta la lumbrera,
que al fin, después de todo, nuestro paso,
es breve -pero breve- en esta estancia.

Alberto Madariaga
(2012)
a Mi Padre. 

Réquiem sin ruido.

Siento que no siento el sentir más embriagante,
donde una palma de lluvia se deshoja
y calienta el ocaso sin recuerdo.
¡Cuántas risas al lado de la hoguera!
¡Cuantas ramas que penden de sus llamas
y en el centro del fuego,
la brasa misma del orígen,
del rumbo que no se pierde
pues puede negarse,
ni al tiempo,
ni a la memoria!
He querido cantar en esta tarde.
No a las musas del verano,
ni a las flores del camino...
Es al ancho florecer del que no cansa su trecho,
del que lleva una gloria gastada,
llena de ternezas y de amarguras,
del que parte mi sangre en dos
y un cauce de esa herida
corre al aspa de trinos de su seno;
a la razón primera
que desconoce tiempos y medidas
al explotar el canto.
Y heme aquí.
Heme descalzo de pensamientos largos,
heme que pesa más la lira que sus cuerdas,
heme aquí,
aguardando la hora
del comienzo febril.
para llorar un poco -que poco habré llorado entonces-
y desahogar los miles de fantasmas
que rondan aún por mi conciencia.
Porque un hachazo sin viento,
ha venido a remover la tierra de los gorriones
y dejó en el descampado,
una lluvia de acentos y memorias
que no se aplacan nunca.
Heme aquí,
junto al pozo que gime,
notas de cisne negro,
en la mañana de un alba fresca
y ahí,
junto a la hoguera sin cristales,
ahí junto a esa lluvia de estática amargura,
te quedas congelado Padre mío.

Alberto Madariaga
(2012)
a Mi Padre. 

viernes, 17 de febrero de 2012

Insomnio.

Quiero que seas mi amante, desde el alba del vaso,
hasta el anochecer de los íntimos suspiros.
No es tarde;
es tan temprano para ser de mis entrañas
una extensión voraz,
que me contemple cuando doy un paso
y me persiga en los vientos mas sobrios.
Que tu vestido teja hacia el suelo
un viaje de hojas,
que se convierta en otoño lánguido su lana
y que pueda surgir de su agonía
una floral ensoñación de llamas últimas.
Quiero que seas mi amante.
Quiero reconocer tus horas,
quiero saber de la tiebieza de tu beso
de lo salvaje que se esconde en las selvas de tus ojos,
de ese grito primero,
que es la sombra y la borrasca,
el tifón y la honda huella,
la cara del aire,
la simpleza del comienzo en el ocaso
y del olor de la carne en los delirios.
Quiero que nada queme mi corazón a solas;
no, que sea tu boca quien se coma todo,
que no me deje migajas de cordura en la hora de la niebla,
que sea mi pan tu mano
y que tu pecho,
tienda una red directo a tu cadera.
Toma el bastón de la locura sola
y entonces,
en silencio,
clava tu fe en mi carne acongojada,
y bebe de la sed de mis temblores,
que quiero que seas mi amante,
la de todo.

Alberto Madariaga
(2012)
a Nadia

lunes, 13 de febrero de 2012

14 Lunas.

Apenas y me acuerdo de la hondura,
apenas y me acuerdo del zafiro,
que pudo despertar de mi suspiro,
la lira predispuesta en calentura.

Y sin embargo es cierto y en la albura,
comienzo a tramontar en blanco giro;
no suelo recordar ese respiro,
mas queda una constancia que perdura.

Parece que despierto todavía
y miro con la gracia de ese día,
las cosas que levantan hoy mi canto.

Me esperan más veredas, mientras tanto,
contemplo nuevamente la sandía
y pongo en sus sabores amaranto.

Alberto Madariaga
12 de Febrero de 2012.
con motivo de mi decimocuarto aniversario poético. 

jueves, 9 de febrero de 2012

Serenidad.

Vengo desde las horas largas del desvelo,
de las ansias eternas,
como una estela loca en la bóveda del alma
que se ilumina al ser una canción en fuga.
Vengo a ti.
Camino por la hilera de incontables formas de tu nombre,
huelo desde lo lejos,
los gritos que libera tu cabello
al tener mi presencia;
¡ay amor, quién fuera en tus palmas
una gota de acento de guayaba!
Vengo desde tus huellas...
Al calor de las alboradas grises,
sin tu cerco en mi pecho
todo me sabe igual,
todo tiene una triangulación de máscaras cambiantes
que van hundiendose en mi dermis,
seca,
esperando tus ánforas de besos
y de mordidas,
en este resquicio del viento
que tengo por morada,
una morada ávida y alerta,
en constante recelo,
en una búsqueda que no se calla en las paredes
y me requiebra labios y nudillos.
Lluévete en mí mujer.
No sientas miedo.
No dejes que el eco lejano de la hurtadilla fácil
cerque tus labios nuevos,
que nos cubra la noche del silencio inútil,
que se nos vuelva el beso una costumbre
y que tu piel -trigal de sangre en calma-
se incendie de mis dientes
y mis manos. 

Alberto Madariaga
(2012)
a Nadia.

sábado, 4 de febrero de 2012

De tu calor me encuentro sostenido...

De tu calor me encuentro sostenido,
como por magia misma, por ventura,
que irradia en mi sonrisa la ternura
y el punto matinal de mi sentido.

Abres palabra líquida y sin ruido,
taladras hasta el tuétano. Su hondura
no ignora de tu esencia la textura,
mas llama de tus ojos el sonido.

¡Ay amor mío, quién me viera,
descender de la fiesta de tu hoguera,
hasta ser de tu espíritu el torrente!

Siento correr tu zarpa por mi frente,
tu beso, como flecha en mi vidriera,
hasta volver a mí con llama hiriente.

Alberto Madariaga
(2012)
a Nadia