Otro Domingo en vano que te
espero,
con la ilusión sin tregua
mutilada
y recorriendo al tiempo una
cascada
de desesperación en rumbo cero.
¿Cómo blandir mi angustia, si
el lucero
al cual le imploro tanto suelta
nada?
Es la cruz en la espiga
castigada,
por la glacial ventisca del
estero.
¿Qué impulso puede pues, romper
la espina
que se sujeta infame en el
torrente,
hasta secar la ardiente
trementina?
Porque me quedo hilando lo
estridente,
lo amargo y lo lejano de tu
esquina,
en medio del tumulto de la
gente.
Alberto Madariaga
(2013)
a Nadia