Moja el olvido las cuentas del rosario,
en un témpano salado,
sin rostro,
lleno de magma intranquilo
y de barcas que se escurren.
Cubrió la noche de San Juan
la piel de la amapola.
Pena de la saliente en la sombra,
sombra de la líquida queja,
queja de la amargura omnubilada.
¡Vengan mis penas al eco!
Mírenme estar,
con la soga de los verbos en la mano,
sepan que existo para la flama y la flecha,
que no se me apagaron las canas
y que me ronda en el olfato una polilla.
Pero vengan.
Sientan este acitronado murmullo de mis cangrejos oscuros,
que no se callen por el puerto que se aleja.
Que si el rosario se quema en el faro,
el olvido le llorará con hambre.
Alberto Madariaga
(2012)
Soberbio poema, Alberto, en donde vuelves a demostrar un dominio extraordinario del verso libre, yo sé que esto es muy difícil de lograr y que solo está al alcance de los elegidos, aunque haya demasiada gente que escribe y no se da cuenta. En las orillas del Mediterráneo seguimos pensando que la noche de San Juan es la más hermosa. A mí me guía el gusto por la buena poesía en castellano.
ResponderEliminarUn abrazo.