viernes, 7 de septiembre de 2012

Sonata de despedida.

No es tiempo de llorarte
como el vulgo quisiera que llore,
con la mano sujeta y agrietada,
dispuesta al canto del abandono
y desierta,
muda y testiga del paso del trueno,
en la sien y la corriente.

No es la hora de la plegaria invisible,
sino de la certeza del eco,
de ese eco que angustiado y solemne,
tiendes la redes a la orilla del alma
y en los suspiros del júbilo;
y es que es la hora,
el instante,
de que la garganta se parta en la noche,
cuando la tierra te atrapa,
te convierte en infinito verdadero
y son los ojos,
vetados en su forma completa.

Yo no sé si la pena nos conmueve
o si parte,
o si gime,
o si canta.
Sólo sé que este estruendo voluptuoso
en el atardecer de los oídos,
es un remolino de sombras,
sin rostro,
sin espera
y con la verdad latente,
del último suspiro.

Alberto Madariaga
7 de Septiembre de 2012
a la memoria de Miguel Ángel Lazo Figueroa, mi Padre.