Estamparte un faro de besos,
no en la cintura,
ni en el cuello del comienzo,
no,
sino en el alba de la boca
que comienza en donde no termina
el cielo de la palabra plateada
que dejas en mi oído.
¿Y luego?
Es tan divino plantearse el futuro.
Pero es más sencillo en la barcas de Agosto
retratar tu blanca figura
cuando los besos se vuelven jarras del alma
y el alma una hiedra que se enreda en las muñecas.
Esto de verte así,
no es que me vuelva loco,
es que enloquece la sensación remota
de un ardor inacabado en la noche,
despierto en la mañana
y libre en las tardes como el lobo de estrellas
que yo soy a tu lado.
Y he aquí que vuelves.
Y cada vez más te espero.
Junto a la orilla del lago de los luceros eternos,
que tú llevas puestos en las yemas de tus largos veranos,
-aretes de nácar y fruta-
para yo te los quite sin hablarte.
Y es que esto de verte es tan dulce.
Y es tan sencillo amor,
que vuelvo a hacer ecuaciones de talco,
para encontrar una esquina en tu acento
y con ella,
doblar a tus brazos.
Alberto Madariaga
(2012)
a Nadia