lunes, 25 de julio de 2011

La llegada


Arrebátame, amor, águila esquiva,
mátame a desgarrón y a dentellada,
que tengo ya la queja amordazada
y entre tus garras la intención cautiva.

No finjas más, no ocultes la excesiva
hambre de mí que te arde en la mirada.
No gires más la faz desmemoriada
y muerde de una vez la carne viva.
(Antonio Gala)

Quiere tregua el tifon que no te toca,
un destello de luz en su pavura...
Somos cuencas de Agosto en esta hondura
y rosal de ansiedad en cada boca.

Quiere tregua esta sed esquiva y loca,
de tu sábana blanca como albura,
quiere calma la carne que perdura,
indolente sin ti, cristal de roca.

Bajo pues los blasones. La bandera
del tesón escondido se ha tendido,
en la pálida luz de la lumbrera.

Llena el alma que implora tu gemido,
tu ventisca de clara primavera
y esa llama final de tu latido.

Alberto
            Madariaga
(2011)
a Nadia

domingo, 24 de julio de 2011

Molto Piu.

No es sólo la inquietud,
no es sólo el miedo,
ese miedo dócil, ante la mancha incierta.
Hay una corriente viva,
una interminable angustia de azucenas
corriendo bajo el alma,
cuando despierta tu recuerdo
y las islas de mis dedos,
llevan tu imperante olor en sus orillas.
De lejos se ven las velas,
de los barcos del viento,
de las anclas soñando en carcajadas locas
que son mis labios sin tus besos...
Y sin embargo... Hay algo más.
Un cardúmen de anocheceres largos,
una estela de ansias,
que besan mi quilla por las tardes
y son vampiros de niebla en las mañanas.
Y sin embargo, Amor -Amor tan mío como el agua-
hay algo que es tragedia en mis entrañas,
una oscura centella,
un trémulo trinar de parras
que se aferran al alba de tu cuerpo
y al hambre de tu imagen,
en una eterna llamada y en una incansable búsqueda.
Y hay más Amor, hay tanto,
hay este grito que se escapa como un niño,
como un chaval asustado en el insomnio alerta,
es un suspiro de mi fría boca,
es una candileja de miel,
una farola en la etérea sombra...
Es esta herida que no sangra
sino gotas de sueño,
es esta mordida de lobos
y de palomas salvajes
que dejan en mis plumas,
un sabor tan diferente y alegre,
como las cinco estrellas de tu nombre.

Alberto Madariaga
(2011)
de "Bajo el dosel"

Lluvia.

Quiero que llueva,
que simplemente caiga el agua de tus ojos,
como una tromba de esmeraldas
en mis desiertos mudos.
Quiero que vuelva el verde,
sobre el cuajo de la estepa,
donde se pierde el eco,
donde una esquila de palomas
es una sorda esencia, sin luz y sin color.
Por eso quiero que llueva...
Que se me caiga cada nube de tu cuerpo
en mis manos que te esperan,
quiero que tu voz sea un huracán de pétalos salvajes,
quiero que sean tus manos una tarde llena de granizo
y sean tus besos, los relámpagos de mirtos
que en mi boca estrellen.
Quiero que llueva.
Es tan lindo ver la lluvia.
Uno se siente como barquichuelo herido,
uno se encuentra en los remolinos de la noche
y es la lluvia como una luz aislada,
como un cometa herido,
que abre en dos el Cielo,
con su quejido ardiente.
Que llueva, sólo que caiga el agua...
Y que al llegar el Efebo,
y que el morir las nubes,
se el prado de tus ojos,
el despertar de mi luciente primavera.
Quiero que vuelva llover,
quiero beber la lluvia.

Alberto  Madariaga
(2011)
de "Bajo el Dosel"

lunes, 18 de julio de 2011

Preso.

No me salves del ósculo travieso de cada vena tuya...
No, no quiero ser librado
de tal condena de fuego y de jacintos.
Abrígame en tus rejas,
en cada sensación del único temblor de tu acento,
de cada holocausto de tu pecho y de tu vientre...
Voy a tientas sin tus riendas.
Siento la noche ignota,
feaciente corazón inesperado
que se desgarra y nace
de ese grito verde de la promesa de tus ojos.
No, no me salves del castigo innenarrable,
del atroz terror de tus manos en las mías
del abrazo largo y consentido
que tu pecho tiene ahora.
Voy al latido ausente,
voy al imperio eterno de tu razón temprana
y digo cinco estrellas
y digo cinco candilejas que el corazón implora,
porque cada vez que el amanecer imprime,
son tus verdes ojos,
el color de la aurora iluminada.
Así que no me salves.
No indultes el castigo de tu cuerpo en brasa,
y mueve en el jurado de tu boca roja
la pena más ardiente,
la más larga,
la más intensa pena de tu amorosa compañía.
No, no me salves.
No me dejes en el aura dando bandazos,
que si es preciso hacer al alba añicos,
será como tu quieras,
pero en la prisión de tus sentidos.

Alberto
        Madariaga
(2011)
de "Bajo el Dosel"